Un día me desperté, y cuando fui al baño una extraña me
miraba desde la otra parte del espejo…
Soy tú – me dijo con cara de asombro.
No, tú no eres yo… Yo soy diferente.
¿Diferente? Recapacita, no estás igual que siempre.
Me sentía confundida… ¿realmente esa era yo? No puede ser…
Los días siguientes fueron más raros porque esa extraña
aparecía cuando menos lo esperaba y sentía que me perseguía por la calle, en cada
reflejo, en cada fotografía... Me sentía incómoda, me sentía fuera de lugar…
Siempre que le dirigía la mirada, me hacía malas caras, su
aspecto era lúgubre y sin vida, solía mirar al suelo, y además ella iba a la
suya, como si el mundo no importara, como si yo no le importara… En ocasiones
la veía más ausente, incluso triste, como si fuese a llorar de un momento a
otro.
Los días se volvieron grises...
Los días se volvieron grises...
¿Esa extraña era yo?
¿Cuándo me había convertido yo en esa persona?
No podía creerlo… yo no quería estar así.
Entonces empecé a trazar un plan. Si esa era yo, o al menos
la extraña insinuaba que lo era, le daría una vuelta de hoja para que fuese más
lo que yo quería ser.
No me molestes. – me contestó de mala gana.
Me gustaría ayudarte.
¿Ayudarme? ¿Para qué? No servirá de nada.
¿Qué te ocurre?
Y a ti que te importa…
Dime ¿cómo te sientes?
¿Me ves con cara de querer hablar?
Creo que sería interesante.
No soy una persona interesante, así que pierdes el tiempo.
Pues yo sí que lo creo y además si no hicieras esas muecas de asco te podría ver la sonrisa alguna vez.
No me hace ninguna gracia esta broma.
Te hablo en serio.
Y tanto que lo hacía… Así que insistí y le insistí varios
días. Ella era muy testaruda, cabezota y negativa. Se pensaba que tenía las
ideas muy claras, pero a la mínima yo se las desmontaba. Tanto estuvimos
hablando que terminamos por conocernos bien y se convirtió en mi mejor amiga.
Entonces, ella cambió…
Bueno, en realidad, las dos cambiamos, y nos lo pasábamos en
grande. Nunca había tenido una amiga tan sincera y comprensiva.
Sin embargo, un día me levanté, miré en el espejo y ya no
estaba.
En su lugar estaba mi reflejo…
Tuve entonces una sensación extraña…
¿Quién fue realmente? ¿Era yo?
Empecé a echarla de menos, no a la triste y apagada extraña,
sino a la alegre y decidida que había conseguido llegar a ser.
Entonces, miré en el espejo, sonreí...
Y la vi…
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