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lunes, 12 de octubre de 2015

METÁFORA DEL LABERINTO

Cuando tenemos un problema tenemos la sensación como si de repente nos soltaran en un laberinto. 


"¿Cómo he llegado hasta aquí?".

Sabemos lo que queremos: salir de ahí. Pero no sabemos cómo. Cuando estamos así recurrimos a los más cercanos: la pareja, la familia, l@s amig@s, etc.

¿A quien sino? Ellos son los que me conocen bien”.

 Ellos siempre están ahí para animarte, pero cuando el problema es “chungo” y las típicas frases de “tranquilo, ya lo solucionarás”, “saldrás de esta, todo a su tiempo”, “tú no te preocupes” o “alegra esa cara, no es para tanto” y tu piensas:

¿Qué? Para mi es importante, y no es tan sencillo como parece”.

Los más allegados que quieren tu bien siempre van a estar ahí,  sólo intentan ayudarte, pero tampoco saben cómo, y tu sigues ahí en tu laberinto, luchando entre tanta pared y encontrándote a cada paso callejones sin salida. Sientes miedo, miedo de perder a los que te rodean y de perderte a ti mismo/a...

¿Qué hago?”.

Pasan los días, los meses… incluso pueden llegar a pasar años. Ya te has acostumbrado a ese laberinto, ya te conoces las paredes, de echo ya te parecen hasta iguales, aunque no lo sean, y actúas de la misma forma frente a todas.

“Es que ya… es costumbre, es mi día a día… un hábito. Resulta tan frustrante seguir ahí estancado… pero, ¿qué hago?

Es cuando llegas a pensar incluso que tu vida es así, no tiene más remedio, que tú eres así, que te lo mereces, o que ya no se puede hacer nada... Y ves como cada vez te sientes más y más  pequeño/a dentro de ese laberinto… Pero de repente te dicen que un profesional experto en laberintos te puede ayudar a salir de ahí.

¿Qué? ¿Un profesional? No creo que me pueda ayudar, esto ya es así, además, qué me va a decir él que yo no sepa ya de mi laberinto si yo ya me conozco cada palmo de pared



Pero piensas que por probar no se pierde nada, y vas a verlo. Le dices que bueno, que eso es lo que hay, que es tu pan de cada día y que estas hasta los mismísimos y a la expectativa porque ya no sabes qué hacer. Sorprendentemente para ti, el profesional en laberintos no te dice la solución en la primera cita.

¿Por qué? ¿Tan profesional que es y no me sabe decir por dónde he de salir?

Te explica que cada laberinto es un mundo y que poco a poco y a través de tus descripciones puede llegar a conocer el tuyo y darte las pautas oportunas para que salgas de ahí. Pero se necesita de tiempo, no es fácil llegar a conocer tu laberinto ni tampoco llegar a dominarlo.

Pero ufff, entonces, esto no es tan fácil como pensaba, es importante trabajar duro, ser constante y practicar las estrategias. Parecen deberes de niños, pero si eso es lo que tengo que hacer para salir de ese maldito laberinto pues se hace…


Van pasando las semanas, y quieras o no el profesional te va guiando en tu camino y vas viendo tu laberinto mucho más claro, mucho más definido, las paredes ya no son tan estrechas ni tan iguales, y tampoco te aprisionan, pasas por los pasillos sintiendo que sabes lo que haces y sabes a dónde vas, pero lo mejor de todo, sabes cómo hacerlo.

¿Y tu? ¿Te encuentras en un laberinto?

Más metáforas:

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viernes, 26 de diciembre de 2014

EL RELOJ DE ARENA (MINICUENTO SOBRE “LA VISIÓN DEL OTRO”)


“Un día de primavera, Laura y sus compañeros de clase se fueron de excusión al acuario. Había toda variedad de animales del mar, algunos grandes, otros pequeños, con dientes afilados, otros muy largos… Algunos parecían ser muy simpáticos, como las tortugas, los delfines y las belugas, otros sin embargo parecían ir a la suya como las anguilas. Dentro del recinto había un túnel hecho de cristal con el que se podían ver a los peces cómo pasaban por encima de sus cabezas. ¡Parecía que estuviesen dentro del océano! Era muy bonito.

Lo que más les gustaba a todos era que, al terminar ver todas las salas, pasaban por las tiendas de regalo y veían qué cosita se podían comprar para llevárselo a casa como recuerdo. Nada más llegar allí todos empezaron a buscar entre las estanterías. Había tazas, lápices, imanes, llaveros, camisetas, etc. ¡Un sinfín de cosas! De pronto, uno de los compañeros propuso que todos se compraran la misma cosa, así sería un recuerdo compartido por todos. Toda la clase se emocionó y aceptaron la propuesta. Pero… ¿Qué podían comprar? Una camiseta era muy cara, los bolis y los llaveros era algo muy común… y cuando ya no sabían qué podían comprar, una compañera vio dentro de una caja unos relojes de arena hechos con pequeñas piedrecitas de mar pintadas con colorines. Era un recuerdo muy vistoso. Todos aceptaron y empezaron a coger relojes de la caja. Laura se había quedado mirando unas pequeñas conchas de mar y no se había dado cuenta, cuando de repente vio que todos sus compañeros llevaban en su mano el reloj de arena. “Vamos Laura, ve a coger el tuyo!” Laura se había despistado y no se había dado cuenta de que habían elegido ese recuerdo. Fue corriendo hacia la caja donde estaban los relojes de arena y ufff…¡por suerte quedaba uno! Se quedó mirando el reloj y le pareció bonito, se sintió afortunada de haberlo cogido y fue a la caja a pagarlo.


Todos contentos con los relojes en sus mochilas se subieron al autobús. Cuando estaban ya de vuelta a la escuela, empezaron todos a sacar sus relojes y a cronometrarse unos a otros, jugando a las adivinanzas. Si se encontraba la respuesta antes de que toda la arena se posara en la parte de abajo, se ganaba 1 punto. Laura sacó el suyo, pero vió que curiosamente era diferente. Cuando sus compañeros vieron que su reloj no era el mismo le dijeron que había cogido el más feo. Laura se defendió diciendo que era especial, pero los otros niños le dijeron que era raro, diferente y ridículo porque no era igual. A Laura le parecía bonito, pero como vio que los relojes de sus compañeros eran iguales, se convenció a sí misma de que el suyo, el que no era igual, era feo. Empezó a desanimarse por no tener el mismo reloj que todos sus compañeros, y llegó a pensar que no debería haberlo cogido. Ya no era un recuerdo compartido, al menos no sentía que así fuese, porque le habían dicho que el suyo no era bonito.

Cuando llego a casa lo dejó a desgana encima de la mesa. Pero de repente sucedió algo inesperado, las bolitas de arena no bajaban… ¿Qué pasaba? Laura empezó a mover su reloj dándole golpecitos para que bajaran. ¿Se habían quedado pegadas? Pero entonces al darle la vuelta  vio que las bolitas no se deslizaban hacia abajo sino que subían hacia arriba! Laura se quedó perpleja. Su reloj no funcionaba como uno convencional, ¡iba al revés!

Empezó a saltar de alegría, y es que el reloj que todos los demás tachaban de diferente y feo realmente era muy especial. Laura entendió que el hecho de que sus amigos lo vieran raro y feo, no tenía porqué ser realmente así. Desde aquel día, Laura empezó a ver su reloj como un objeto único.”



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sábado, 13 de diciembre de 2014

EL SOL Y LA LUNA (MINICUENTO SOBRE LA ENVIDIA)


Durante muchos, muchísimos siglos, hubo en la galaxia un gran enfrentamiento entre el Sol y la Luna. Mantenían un gran desafío por querer ser el preferido o preferida de la Tierra. Y es que ambos querían destacar como el más importante para los habitantes de la Tierra, pero siempre veían al otro como un gran rival.

La Luna vivía envidiosa del Sol, ya que éste salía a relucir su luz todos los días del año, sus rayos calentaban el agua en verano, las personas se posaban y absorbían cada uno de los rayos durante horas, y nadaban contentas bajo su luz. Cuando llovía, gracias a él se podían apreciar los magníficos arco iris. Y en invierno… ¿Quien pensaba en la Luna en invierno cuando se necesitaba la calor del Sol? Las personas buscaban como sedientas los rayos y adoraban ese pequeño sorbo durante el día. Y es que el Sol daba la vida.

Lo peor que la Luna intentaba sobrellevar era eso, la luz… la Luna no tenía luz propia, y por ello tenía que conformarse con el reflejo que el propio Sol le prestaba, para que ella pudiese brillar. En ese sentido, tendría que estar agradecida al Sol por prestarle su luz, pero a ella le molestaba, porque al fin y al cabo no era suya. La Luna no quería salir por las noches, ya que era cuando el mayor numero de personas dormía y no la podían contemplar. Y es por ello que, en ocasiones, intentaba colarse de día por alguna esquina del cielo, aunque pocos la veían ante el grandioso Sol.



Tal era la envidia de la Luna que, cuando pasaban muchos años y tenía la oportunidad de aparecerse justo delante, tapaba al Sol eclipsándolo y creando lo que las personas llamaban un eclipse de Sol. Esto sucedía poquísimas veces, pero cuando pasaba, la Luna se sentía mucho más poderosa frente al enorme Sol.

La Tierra vivía en medio de un continuo conflicto, y es por ello que intentaba que no se viesen,  interponiéndose entre ambos, creando lo que se llama el eclipse de Luna. Pero eso no impedía que el reto por destacar se terminase.

La Luna se pensaba que el Sol proyectaba su luz hacia ella para que las personas, durante la noche, recordaran su brillo y volver a ser otra vez el protagonista, pero lo que ella no sabia es que el Sol realmente se moría de envidia por la Luna.

Y es que la gente no se protegía de ella como al Sol, al que veían como peligroso, y siempre comparaban a la gente bella con con la Luna en las poesías y canciones, y pese a que era el reflejo del propio Sol, las personas siempre hablaban del “bonito reflejo de la Luna”. Además vivía más cerca de la Tierra y podía contemplar más detalladamente toda la curiosa actividad que realizaban las personas. El Sol siempre había deseado tener la oportunidad de poder ver de noche todas las luces encendidas de la Tierra. En Navidad decían que era precioso.

También había oído que la Luna tenía poder sobre el crecimiento de las plantas e incluso sobre la marea. Además, según como le diese la luz cambiaba de forma y, cuando era de noche, se encendía como una bombilla destacando sobre un majestuoso fondo negro. A ella al menos la podían mirar fijamente durante horas, al Sol… era imposible.

Un día, la Tierra harta de ver cómo se comparaban ambos, decidió crear una tormenta que cubrió todo el cielo de una espesa capa de nubes imposibilitando así a los habitantes, la visión del Sol y de la Luna. Las personas tristes desde la Tierra pronto empezaron a decir cuánto los echaban de menos, tanto al caluroso Sol por el día, como a la bonita Luna por la noche.



Ambos, empezaron a escuchar cada una de las bonitas palabras que los habitantes de la Tierra decían sobre ellos, y que ahora, con una simple nube se perdían. Y es entonces cuando se dieron cuenta de que ambos habían estado tan centrados en las propiedades que no tenían, que se habían olvidado completamente de todo lo bueno que cada uno aportaba. Compararse había sido un gran error. 

Desde aquel entonces, cada uno centró todas sus fuerzas en sus capacidades, en aquello que sí tenían a su alcance, para poder dar lo mejor de sí y poder ser la mejor versión de si mismo en cada momento, sin comparaciones y sin envidias. Porque al fin y al cabo, cada uno aportaba magníficas cosas a la Tierra. Además, cualquier día podía llegar un montón de nubes, y daría realmente igual ser Sol o ser Luna.



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viernes, 14 de noviembre de 2014

LA VIDA ES COMO UN JUEGO

Nuestra vida da muchas vueltas, como un juego. Vamos a suponer que es como el Juego de la Oca. 

Nos planteamos una meta (la oca central) y vamos avanzando en ella dando pequeños pasos y respetando los turnos. Los dados de nuestra vida están tocados por el azar, son inciertos, puesto que de un momento a otro no podemos saber nunca lo que puede suceder. Al igual que la vida, no podemos saber lo que nos depara, pero no importa si sabemos cómo y a dónde queremos llegar.

El camino no es fácil puesto que existen casillas, como días de nuestra vida, a las que caeremos y estaremos unos turnos sin poder tirar, no podremos avanzar porque no ha sido un día bueno, pero forman parte de nuestra experiencia. La primera, el pozo, es el típico bajón, te da un pequeño susto, como un agujero en el camino, es algo que no te esperabas, pequeños sucesos de la vida que nos devuelven al presente. El segundo, la pensión, a veces tenemos que aprender a descansar a mitad de camino para recuperar fuerzas, y aunque eso suponga quedarse algunos turnos sin avanzar, puede que nos ayude a focalizar mejor la meta. Vamos avanzando, y en el camino se nos presentan pequeñas oportunidades, que si las aprovechamos, nos hacen avanzar como los puentes y nos ayudan a pasar de un lado a otro.

avanzar en la vida

También están las ocas, como todas esas personas que pasan por nuestra vida, si caes en aquella negativa y pesimista que mira hacia atrás, te hará retroceder unos pasos, pero si caes en aquella positiva y alentadora que mira hacia adelante te podrá ayudar a avanzar unos cuantos pasos más, pero… nunca se sabe. Hay que tener cuidado, porque por el camino podemos llegar a adentrarnos en un laberinto, sentirnos perdidos, sin saber realmente si vamos por el buen camino, de modo que toca quedarse y reflexionar.

Durante nuestro camino hacemos cosas mal (la prisión), nos equivocamos y tenemos que asumir nuestras responsabilidades, de modo que tenemos que ocuparnos de ello y quedamos un tiempo recapacitando.


Vamos avanzando y cuando más cerca de la meta más cuidado hay que tener y más atentos hay que estar, porque muchas veces nos ilusionamos, lo vemos tan cerca que nos creamos falsas expectativas, ya lo estamos celebrando pero aún no hemos llegado. De modo que, cuando más cerca estamos más fuerza y empeño hay que poner porque de repente surge un imprevisto, caes en la calavera, y… tenemos que volver a empezar. 

Aquellos que ya estaban saboreando la victoria se hundirán y perderán sus fuerzas por pereza a recorrer el mismo camino, mientras que los que seguían con todas sus fuerzas viéndolo tan cerca y a la vez tan lejos, no desistirán y cogerán los dados de su vida para querer volver a tirar y avanzar. ¿Porqué? Porque la meta sigue ahí, no se ha movido, el único que se ha movido eres tú, y sabes que puedes llegar hasta arriba porque ya has pasado por muchas cosas, y eso te ha permitido aprender. Aprender a ser paciente, a no perder la esperanza, a que nada está escrito y que sólo tú eres el que decide seguir avanzando.

¿Y lo gratificante que es esforzarse y llegar por mérito propio a tu meta? Esa sensación no te la puede quitar nadie, porque esa sensación se gana, no se regala.


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