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jueves, 26 de febrero de 2015

"CÓMO AYUDAR A MI HIJO EN SU CAMBIO DE PENSAMIENTO"



Cuando un niño empieza una terapia con un psicólogo, los padres y familiares son las personas más importantes durante el proceso de intervención, puesto que son el refuerzo y apoyo más cercano que va a tener. Es por ello que los psicólogos solemos dar pautas a los padres y les informamos sobre aspectos que hay que tener en cuenta para que el niño pueda desarrollarse correctamente a nivel emocional. Desde pequeños podemos tener pensamientos fugaces que pueden hacer mella en nuestro estado de ánimo. Los pensamientos fugaces son aquellos que parecen de forma tan rápida y automática que a veces ni nos acordamos de ellos, puesto que la mayoría de ellos son absurdos e irracionales. Sólo cuando le damos más importancia de la que se merecen es cuando realmente influyen en nuestra vida.



Cuando somos niños, también podemos llegar a tener pensamientos negativos de nosotros. Y si crecemos junto con ellos, pueden afectar a nuestro bienestar emocional. 

El procedimiento de un cambio de pensamiento es muy distinto de los adultos, puesto que si el niño es muy pequeño no tiene la misma capacidad de razonar, ya que se encuentra en una etapa aún en pleno desarrollo en la que existe mucha fantasía, tal y como hablamos en el post “Sin miedo a la oscuridad”. Durante este tránsito complejo, por el cual el niño se encuentra en la adquisición de otros hábitos más saludables de pensamiento, los padres pueden ayudar en casa a que el niño tenga un pensamiento mucho más saludable.

"¿Cómo puedo ayudar a mi hijo a cambiar el pensamiento?"

A través de los cuentos, los juegos y las fantasías es más fácil llamar su atención y promover de esta forma el cambio. Asimismo, puedes hablarle de un personaje ficticio como el primo del ratoncito Pérez el cual he invencionado:

“Aunque éste también se llamaba Pérez, no tenían el mismo empleo. A Pérez 1 le tocó recoger los dientes de leche de debajo de la almohada y dejar una recompensa a cambio. Mientras que a Pérez 2, le tocaba ayudar a transformar lo negativo en positivo. ¿Cómo? Antes de irse a dormir, los niños tenían que escribir en un trocito de papel,  ese pensamiento malo que no les hacia bien. Así el ratoncito se lo llevaría y lo tiraría a la basura, dejando debajo de la almohada un pensamiento mucho más bonito y una recompensa por haber tirado ese pensamiento malo. Pero no todo está hecho, para destruir ese pensamiento malo tienes que esforzarte en recordar ese pensamiento bueno para que sea él quien gane la batalla”.

Ese pensamiento bonito será colgado en su habitación, en el frigorífico o en un sitio muy visible de la casa, para que el niño pueda verlo todos los días. El apoyo de la familia a la hora de promover unos pensamientos saludables en el niño hará que su autoestima y su autoconcepto se desarrollen de forma adecuada. Hay que tener en cuenta que, durante los primeros años de vida, es muy importante el correcto desarrollo de estos dos conceptos tan importantes en el bienestar emocional de la persona.

Minicuentos para niños sobre: LA VISIÓN DEL OTRO y LA ENVIDIA.

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viernes, 26 de diciembre de 2014

EL RELOJ DE ARENA (MINICUENTO SOBRE “LA VISIÓN DEL OTRO”)


“Un día de primavera, Laura y sus compañeros de clase se fueron de excusión al acuario. Había toda variedad de animales del mar, algunos grandes, otros pequeños, con dientes afilados, otros muy largos… Algunos parecían ser muy simpáticos, como las tortugas, los delfines y las belugas, otros sin embargo parecían ir a la suya como las anguilas. Dentro del recinto había un túnel hecho de cristal con el que se podían ver a los peces cómo pasaban por encima de sus cabezas. ¡Parecía que estuviesen dentro del océano! Era muy bonito.

Lo que más les gustaba a todos era que, al terminar ver todas las salas, pasaban por las tiendas de regalo y veían qué cosita se podían comprar para llevárselo a casa como recuerdo. Nada más llegar allí todos empezaron a buscar entre las estanterías. Había tazas, lápices, imanes, llaveros, camisetas, etc. ¡Un sinfín de cosas! De pronto, uno de los compañeros propuso que todos se compraran la misma cosa, así sería un recuerdo compartido por todos. Toda la clase se emocionó y aceptaron la propuesta. Pero… ¿Qué podían comprar? Una camiseta era muy cara, los bolis y los llaveros era algo muy común… y cuando ya no sabían qué podían comprar, una compañera vio dentro de una caja unos relojes de arena hechos con pequeñas piedrecitas de mar pintadas con colorines. Era un recuerdo muy vistoso. Todos aceptaron y empezaron a coger relojes de la caja. Laura se había quedado mirando unas pequeñas conchas de mar y no se había dado cuenta, cuando de repente vio que todos sus compañeros llevaban en su mano el reloj de arena. “Vamos Laura, ve a coger el tuyo!” Laura se había despistado y no se había dado cuenta de que habían elegido ese recuerdo. Fue corriendo hacia la caja donde estaban los relojes de arena y ufff…¡por suerte quedaba uno! Se quedó mirando el reloj y le pareció bonito, se sintió afortunada de haberlo cogido y fue a la caja a pagarlo.


Todos contentos con los relojes en sus mochilas se subieron al autobús. Cuando estaban ya de vuelta a la escuela, empezaron todos a sacar sus relojes y a cronometrarse unos a otros, jugando a las adivinanzas. Si se encontraba la respuesta antes de que toda la arena se posara en la parte de abajo, se ganaba 1 punto. Laura sacó el suyo, pero vió que curiosamente era diferente. Cuando sus compañeros vieron que su reloj no era el mismo le dijeron que había cogido el más feo. Laura se defendió diciendo que era especial, pero los otros niños le dijeron que era raro, diferente y ridículo porque no era igual. A Laura le parecía bonito, pero como vio que los relojes de sus compañeros eran iguales, se convenció a sí misma de que el suyo, el que no era igual, era feo. Empezó a desanimarse por no tener el mismo reloj que todos sus compañeros, y llegó a pensar que no debería haberlo cogido. Ya no era un recuerdo compartido, al menos no sentía que así fuese, porque le habían dicho que el suyo no era bonito.

Cuando llego a casa lo dejó a desgana encima de la mesa. Pero de repente sucedió algo inesperado, las bolitas de arena no bajaban… ¿Qué pasaba? Laura empezó a mover su reloj dándole golpecitos para que bajaran. ¿Se habían quedado pegadas? Pero entonces al darle la vuelta  vio que las bolitas no se deslizaban hacia abajo sino que subían hacia arriba! Laura se quedó perpleja. Su reloj no funcionaba como uno convencional, ¡iba al revés!

Empezó a saltar de alegría, y es que el reloj que todos los demás tachaban de diferente y feo realmente era muy especial. Laura entendió que el hecho de que sus amigos lo vieran raro y feo, no tenía porqué ser realmente así. Desde aquel día, Laura empezó a ver su reloj como un objeto único.”



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sábado, 13 de diciembre de 2014

EL SOL Y LA LUNA (MINICUENTO SOBRE LA ENVIDIA)


Durante muchos, muchísimos siglos, hubo en la galaxia un gran enfrentamiento entre el Sol y la Luna. Mantenían un gran desafío por querer ser el preferido o preferida de la Tierra. Y es que ambos querían destacar como el más importante para los habitantes de la Tierra, pero siempre veían al otro como un gran rival.

La Luna vivía envidiosa del Sol, ya que éste salía a relucir su luz todos los días del año, sus rayos calentaban el agua en verano, las personas se posaban y absorbían cada uno de los rayos durante horas, y nadaban contentas bajo su luz. Cuando llovía, gracias a él se podían apreciar los magníficos arco iris. Y en invierno… ¿Quien pensaba en la Luna en invierno cuando se necesitaba la calor del Sol? Las personas buscaban como sedientas los rayos y adoraban ese pequeño sorbo durante el día. Y es que el Sol daba la vida.

Lo peor que la Luna intentaba sobrellevar era eso, la luz… la Luna no tenía luz propia, y por ello tenía que conformarse con el reflejo que el propio Sol le prestaba, para que ella pudiese brillar. En ese sentido, tendría que estar agradecida al Sol por prestarle su luz, pero a ella le molestaba, porque al fin y al cabo no era suya. La Luna no quería salir por las noches, ya que era cuando el mayor numero de personas dormía y no la podían contemplar. Y es por ello que, en ocasiones, intentaba colarse de día por alguna esquina del cielo, aunque pocos la veían ante el grandioso Sol.



Tal era la envidia de la Luna que, cuando pasaban muchos años y tenía la oportunidad de aparecerse justo delante, tapaba al Sol eclipsándolo y creando lo que las personas llamaban un eclipse de Sol. Esto sucedía poquísimas veces, pero cuando pasaba, la Luna se sentía mucho más poderosa frente al enorme Sol.

La Tierra vivía en medio de un continuo conflicto, y es por ello que intentaba que no se viesen,  interponiéndose entre ambos, creando lo que se llama el eclipse de Luna. Pero eso no impedía que el reto por destacar se terminase.

La Luna se pensaba que el Sol proyectaba su luz hacia ella para que las personas, durante la noche, recordaran su brillo y volver a ser otra vez el protagonista, pero lo que ella no sabia es que el Sol realmente se moría de envidia por la Luna.

Y es que la gente no se protegía de ella como al Sol, al que veían como peligroso, y siempre comparaban a la gente bella con con la Luna en las poesías y canciones, y pese a que era el reflejo del propio Sol, las personas siempre hablaban del “bonito reflejo de la Luna”. Además vivía más cerca de la Tierra y podía contemplar más detalladamente toda la curiosa actividad que realizaban las personas. El Sol siempre había deseado tener la oportunidad de poder ver de noche todas las luces encendidas de la Tierra. En Navidad decían que era precioso.

También había oído que la Luna tenía poder sobre el crecimiento de las plantas e incluso sobre la marea. Además, según como le diese la luz cambiaba de forma y, cuando era de noche, se encendía como una bombilla destacando sobre un majestuoso fondo negro. A ella al menos la podían mirar fijamente durante horas, al Sol… era imposible.

Un día, la Tierra harta de ver cómo se comparaban ambos, decidió crear una tormenta que cubrió todo el cielo de una espesa capa de nubes imposibilitando así a los habitantes, la visión del Sol y de la Luna. Las personas tristes desde la Tierra pronto empezaron a decir cuánto los echaban de menos, tanto al caluroso Sol por el día, como a la bonita Luna por la noche.



Ambos, empezaron a escuchar cada una de las bonitas palabras que los habitantes de la Tierra decían sobre ellos, y que ahora, con una simple nube se perdían. Y es entonces cuando se dieron cuenta de que ambos habían estado tan centrados en las propiedades que no tenían, que se habían olvidado completamente de todo lo bueno que cada uno aportaba. Compararse había sido un gran error. 

Desde aquel entonces, cada uno centró todas sus fuerzas en sus capacidades, en aquello que sí tenían a su alcance, para poder dar lo mejor de sí y poder ser la mejor versión de si mismo en cada momento, sin comparaciones y sin envidias. Porque al fin y al cabo, cada uno aportaba magníficas cosas a la Tierra. Además, cualquier día podía llegar un montón de nubes, y daría realmente igual ser Sol o ser Luna.



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